viernes, 19 de julio de 2013

CENA FAMILIAR

- Ya solo falta mi hijo.
Sonó el timbre.
- Umberta querida, abre la puerta.
Umberta se dirigió hacia ella y la abrió, se podía ver como un joven mal vestido, delgaducho y alto aparecía al otro lado. El paisaje tras él era oscuro, amenazante de lluvia. Pasó el caballero y se cerró la puerta, la luz que abarcaba el pasillo era demasiado triste para el reencuentro familiar que se avecinaba.
- ¡Hijo, que alegría verte!
- Dime madre, ¿Esta aquí Marco Argovic?
- Por supuesto hijo mío, ¿Como no iba a invitar a la pareja de tu hermana?
- Si tus oídos escuchasen más allá de lo que tu hija habla, enalteciendo su figura, Dios sabe que él no se atrevería a volver a mirar esta casa.
- Pero dime ¿Dime como voy a escuchar más allá de lo que mis oídos pueden?
- Cortando la venda de tu ceguera tan pronto como vuelvas a escuchar su nombre. La credulidad, madre, es el peor de los pecados, pues el diablo la dispuso tal como antaño hicieron los troyanos. Veneno por dentro y regalo por fuera.
- Que cosas más horrendas decís. Entrad rápido al comedor pues sois el último en llegar.
Entraron los tres a la sala. Umberta como criada que era se retiró al marco de la puerta, aguardando cualquier orden.
La madre se sentó presidiendo la mesa junto con su marido, mientras que el hijo hizo lo propio donde pudo.
Aquella sala tenía un buen tamaño, con enormes cuadros revistiendo las paredes, excepto en una de ellas en las que había un inmenso ventanal. La sala, en su mayoría era ocupada por una mesa, pero que dejaba el estrechamiento suficiente como para crear un pasillo por donde podían servir los criados. Aquel banquete estaba protagonizado por veinte personas, todos parientes de sangre entre sí.
mientras servían la comida surgió la conversación.
- Y bien hijo ¿ Qué os ha hecho regresar y acudir a esta cena familiar ?
- La pobreza padre, la miseria que a tantos atormenta, pero no a ninguno de esta sala.
- Si a nosotros no nos ha atormentado es porque hemos trabajado y supimos aprovechar bien nuestros recursos, hazme el favor hijo y deja ese mundo, tú no has nacido para ser pobre, deja de ayudar a la gente y cuida más de ti mismo.
- ¿Qué vosotros habéis sabido aprovechar vuestros recursos? Habéis explotado a la gente que os juró fidelidad por encima de sus capacidades, fustigado con el látigo de la avaricia a los hombres que en su día os tendieron la mano sin rencor alguno. Pues a pesar de vuestra actual riqueza, progreso y  potenciamiento, vosotros heredasteis la fortuna de vuestro padre ¿Y a eso lo llamáis saber? Es la inercia del propio mundo, que cuanto más explota a las personas más productos vende. Seguid atiborrados de méritos, rentas y virtudes que no os pertenecen, mientras incubáis el dragón de la codicia en vuestro corazón. Seguid atribuyendoos castillos de fortuna sembrando la muerte allí por donde pasa la lluvia. Pues yo tal vez haya nacido para ser rico, pero no para ser ciego, y orgulloso de mi sentido desprecio todos vuestros tributos.
- Esos sindicatos vuestros os han turbado el juicio y llenado la cabeza de tonterías y utopías.
-¿Y qué más darán los sindicatos? Nosotros no dependemos de ellos. Nosotros, hemos sido capaces de crear un grupo diferente, una asociación en la que somos todos iguales, en la que todos podemos opinar y ser escuchados. Un grupo utilitarista, solidario, que reparte el pan con tanta bondad como hambre se tenga. Y estoy orgulloso, porque eso me aleja, aún más si cabe, de vosotros.
- Dicho esto hijo mío no queda más remedio. Marco Argovic heredará todo mi patrimonio y lo liderará cuando yo sea incapaz de hacerlo.
Marco Argovic estaba sentado a la derecha del padre, ocupando el lugar que debería ocupar su hijo.
- Así que ¿Este es vuestro nuevo vástago? Una persona que se siente el doble de hijo que yo pero que es la mitad de hombre. Ahogará su sangre en el orgullo y cuando miréís dejará de fingir para vivir en sus manos, rebosantes de oro y placer, obtenido a vuestra costa. Cambiará el color de sus ojos para poder observar impasible los tambores que anuncian vuestra muerte y os llorará por los días, como alguien que lo ha perdido todo para envenenaros por las noches creyendo así, que es un hombre sin más frontera que lo que puedan ver sus ojos o abrazar su cuerpo.
- Solo escucho la envidia por encima de tu voz, la incapacidad para gobernar y las súplicas y llanto de un niño que ya lloró demasiado a su padre pero al que no le importa hacerlo una vez más - Dijo Marco Argovic.
- ¿Me hablas tu de envidia, súplicas o llanto?¿Envidia a qué? A un hombre que vive de la carroña que fueron sus sueños, que come a sabiendas del hambre de otros, aspiras angustia y espiras odio. Tú, que ha saber cuantas veces has tenido que llorar a mi padre la tinta de su firma sobre tu patrimonio, a la vez que eras obligado espectador del coste de tus pecados o del castigo de tus vergüenzas.
Eres un político corrupto, una persona sin corazón, cuyo veneno se a medido con el de esta familia por ver cual de ellos es digno de conducir a la próxima estirpe.
- Estas envenenado, tus libros y creencias han hecho de ti una persona deplorable. Eres un saco de huesos, tus principios te llevarán a la tumba junto con tus amigos muertos de hambre.
- ¡Cállate! ¡Silencio! No quiero escuchar eso de ti, pues has llegado a construir una pirámide con los cadáveres de tus mentiras de tal magnitud que ni tu lengua bífida se distingue, a pesar de que con ella podría rayarse el mármol . Yo quedaré mendigo por mis ideales y creencias pero no les doy caza para poder hablar más rápido y enorgullecerme de su muerte colgándome sus cuerpos como medallas. Cuando termines por matar a mi padre abandonarás la política creyendo ser un hombre que lo ha dado todo para meterte como maltratador en este negocio. Y esa será tu jugada maestra ¿Me equivoco? Es deplorable en que tipo de bestias os estáis convirtiendo, pues os secáis las las lágrimas de haber llorado la muerte de vuestros seres queridos con una mano mientras que con la otra recogéis sus bienes.
Al acabar de decir esto, Marco Argovic le hizo una seña a la hija dándole a entender su deseo de marcharse. Acto seguido, ambos marcharon.
Esto último que habló el hijo, lo hizo a gritos mientras la silueta de Marco desaparecía a la vez que a él, un par de criados le reducían y expulsaban de la casa del padre, pues el mismo había dado tal orden.
- Veis, huye porque sabe que tengo razón. Al huir de mi, huye de si mismo, pero todas estas verdades caerán inevitablemente sobre ti en forma de justicia. Te quedarás solo, solo ¿Me oyes? Solo, por siempre solo. y cuando de tu manada de lobos hayas exterminado al último de ellos creyendo que eran tus enemigos, quedará el peor de todos ellos: TÚ. Y entonces, presa de ti mismo, de tus pensamientos y tu sangre, te conocerás a ti mismo. Comerás tus propios dientes y te arrepentirás por no haberte dado muerte con ellos,limarás tus uñas y querrás haberte sometido a la misma condena que impusiste. Y no contento con tu conciencia y asustado por ella, pues será la primera vez que la escuchas, te estrangularás con tu propia lengua colgando de la más alta torre y entonces tu mismo te acusarás de haber sido pasado y parásito de esta sociedad. Y en ese mismo instante, nosotros, los muertos de hambre, te dejaremos caer en las garras de la muerte si así lo deseas.









martes, 9 de julio de 2013

RAIMUNDO REVILLA

Raimundo Revilla fue una persona que jamás faltaba a sus problemas, eso sí, cuando se hablaba de dinero, eso ya era otra cosa. Poseía un trabajo como camarero bastante mal pagado, sus inacabados estudios de arquitectura de poco le sirvieron a la hora de conseguir este salario, que apenas le alcanzaba para pagar el suelo que pisaba, pues de hecho, en ocasiones, no lo hacía. Vivía de alquilado en una casa, y como todo buen inquilino, no pagaba el alquiler, pero las impertinencias de su casera le salían caras a su paciencia.
 Solía llegar a las dos de la noche a aquel antro que llamaba casa, y aquel día no sería distinto. Subió poco a poco las escaleras de madera que conducían al segundo piso, pero por muy meticuloso que fuese, aquellas escaleras de madera no paraban de delatarle. Raimundo Revilla no dejaba de rezar para que su casera no apareciese por tercer día consecutivo detrás suya y le volviese a formar un numerito en los umbrales de las puertas vecinas. Pero no tuvo esa suerte.

- Joven, hoy hace mes y medio que no me pagas.
 No hubo contestación de Raimundo, pues el simple hecho de buscar la llave apropiada para esa puerta le ocupaba la mente.
 - Joven ¿ Cuando me pagarás ?
 - Pronto señora, pronto.
 - Lo mismo dijiste la semana pasada, y la anterior y la...
 - Por favor señora déjeme descansar, es tarde y ni usted misma desea escucharse.
 - ¿ Y cuando descansaré yo ?¿ Cuando ?
 - ¡ Cuando llegue a la tumba señora ! Y ya de paso descansaremos todos.
 Dicho esto se abrió la puerta del piso.
 - ¿ Pero como te atreves ?
 - Vayase a dormir señora, ya ya hablaremos mañana, pues espero que hasta usted tenga mejores cosas que hacer.
 Dicho esto, Raimundo Revilla entró en su cuchitril dándole la espalda a la señora aún expectante y cerrándose tras él la puerta. Misión cumplida, había llegado una vez más a casa sano y salvo, esquivando aquellas mandíbulas que solo querían exprimirlo.
 Sin entretenerse más tiempo,decidió dormir, pues deseaba descansar. Ya en la cama el joven hombre no podía coger el sueño y no paraba de moverse en su colchón. Miró la hora y deseó que no fuese muy tarde " las dos y dieciocho de la madrugada" susurró en la penumbra, se había acostado ciertos días más tarde y con eso se consolaba. Al rato, y sin dejar de retorcerse entre las sábanas volvió a mirar la hora " las dos y dieciocho de la madrugada ". Obviamente esto era imposible pues había estado al menos media hora dando vueltas en aquella cama. Comprobó de nuevo la hora " las dos y dieciocho de la madrugada ". Definitivamente el reloj estaba roto, cosa que a él no le extrañaba dado que días anteriores ya había hecho amagos con los mismos síntomas. No podía dormirse, comenzó a ponerse nervioso pues no poder descansar era la peor de las condenas para él. Decidió levantarse y despejarse en la frescura de la noche. Se asomó a la ventana, la luna se presentaba solitaria en el paisaje de un cielo despejado. No circulaban coches, y todas las luces estaban apagadas en un silencio sepulcral, era él el único que continuaba despierto en aquella ciudad inerte. Sin nada nuevo que ver, se cansó de las vistas y se dirigió al baño. Se arrojó agua sobre la cara para despejarse, total estaba muy nervioso e iba a tardar en acostarse. En aquel momento decidió que en cuanto pudiese se mudaría de piso, que jamás volvería a pasar por un martirio semejante, pues pensaba que la culpa de sus nervios la tenía su casera. Alzó la mirada para verse reflejado en el espejo, pero no se vio, el espejo reflejaba simplemente la pared de enfrente, probó a asomarse otra vez, pero nada, no se veía reflejado, y así un millón de veces pero siempre con el mismo resultado, simplemente él no estaba delante del espejo. Se asusto tanto que decidió huir de aquel piso. Las pocas luces que poseía tampoco le proyectaban, pero de esto no se dio cuenta. " Todo es cosa de la vieja " pensaba " todo es cosa de la casera ella ha hechizado la casa para asustarme y así marcharme ".
 Comenzó a bajar las escaleras de madera, que tal vez, por cortesía esta vez no rechinaron mientras todavía no había cerrado la puerta. Se dirigió directo a la puerta del hogar de la casera y comenzó a golpearla sin piedad.
 -  ¡¡ Abra, abra vieja bruja !!
 No hubo contestación pese a su elevado tono.
 - Echaré la puerta abajo, abra vieja bruja o llamaré a las autoridades.
 Sin dejar de gritar esto, su cólera y rabia estallaron y descolocaron aquella puerta de una atronadora patada. Esa casa era mucho más amplia y a la vez horriblemente antigua. Un largo pasillo que ofrecía las habitaciones del lugar a ambos lados, no paraban de ponerle mucho más nervioso de lo que ya estaba. Se asomó por todas las puertas en busca de la casera, pero no encontraba señal de su presencia a falta de la última puerta a la derecha. Abrió esta ultima puerta con un escándalo tremendo, seguidos de gritos de cólera realmente enfermizos y desesperados, la angustia le impedía dejar de gritar y sus ojos rojos de furia pudieron ver aquella desoladora escena. Fue entonces cuando lo entendió todo.
 Aquella puerta daba a un baño en el que encontró su cuerpo tumbado en una bañera con un puñal clavado en el dorso mientras aquella vieja limpiaba la sangre derramada.

A MI SILLÓN

Suave es tu corteza,
y tu paisaje gris,
luz de la realeza
y seré en tu redil.
Me tocas y me sientes,
me acomodas,
pero no me muerdes,
pues resistes largas horas,
no te molesto,
tampoco mis pesados brazos,
que en ti toman aliento
cuando letras, en mis ojos, tienen regazo.
Eres firme,
firme, sin ser espada,
eres asiento sin ser de mimbre,
¡Bendito colchón que acaricia mi espalda!
Verdugo de mi sueño,
más de una letra escrita,
tú, que serás mi dueño
si te complementa una silla.

martes, 2 de julio de 2013

UN INSTANTE


Temprano fue el día en el que una despedida suponía más pérdidas que de por sí origina en los sentimientos que arranca. Todo comenzaba como un día normal, el despertar del sol se avecinaba tan bello como ilusionante, los pastos despertaban al escuchar su luz, al igual que las diversas fachadas, que se preparaban con sus mejores ropas para enseñarlas al mundo. Un día completamente normal. Avanzaban las horas y el astro calentaba la tierra como si esta fuese un cadáver. El cristal del cielo dejó de ser transparente para tener un tono azulado, adornado de nubes. El viento fluía lento y cálido, ventiscas y fenómenos sobrenaturales parecían quedar aplazados, las sombras cambiaban de posición con tal de observar mejor a su creador, las montañas, una vez más, quedaban castigadas con el paso del tiempo por querer romper el cielo, todas ellas lloraban juntas su dolor en el mismo lugar.
Imágenes de luz y gloria se intuían en el equlibrio del día, un orden completamente armonioso, tan natural como complicado, tan bello como casual, y es que la naturaleza juntaba las piezas de su cuerpo por las mañanas para esconderlas por la noche.
Todo siguió su curso natural hasta que se intuyó la calamidad y el silencio reino. De los océanos brotó el sonido de la destrucción, nacido en sus entrañas. El viento dejó de soplar, los árboles estallaron, la tierra se retorcía y se quebraba al gusto del azar rompiendo montañas y acantilados. Paredes y cimientos de templos milenarios eran derrumbados por los mares, la fe y esperanza humanas quedaron sepultadas bajo un alud de roca. Gritos y más gritos, lamentos y llantos eran la única seña de existencia de cualquier ser vivo porque la destrucción les devoró los sentidos, rompiéndolos en sus dientes cual fino cristal. Una imagen de caos monumental.

Pero todo cesó, y el sol, que eclipsaba aquella escena, pudo observar como las nubes caían con peso muerto sobre el suelo, provocando continuas explosiones y en consecuencia ráfagas de polvo y humo blanco. Fue entonces cuando el cielo se separó de la tierra y el horizonte chasqueó como un látigo que resonó en los abismos del espacio. Al cobrar la bóveda celeste cierta altura se disipó, y junto con ella la luna y todas las estrellas, resultando así que todo paisaje quedó sumido en la más sórdida oscuridad, y en ella se escondió aquella vorágine de sentimientos y realidad, una piedra en medio de la nada, que terminó atrapada en el olvido de lo inocurrido.